Revue de la B.P.C.              THÈMES                               II/2011

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Mise en ligne le 10 10 2011

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Ocho axiomas de la delincuencia femenina en México

par María Josefina Cámara Bolio*

 

 

 

Dedicado a la memoria de mi padre,

Fausto RenéCámara  Zavala,

en el 25º aniversario de su tránsito.

1)      Introducción

 

           Hace ya muchos años, dediqué mi primera juventud, en forma casi total, al trabajo con mujeres infractoras de las norma penal: en México, a través del trabajo como voluntaria en el Centro Penitenciario del Estado de México, donde comenzó una vivencia inolvidable y el reto, verdadero compromiso existencial, de estudiar a la mujer delincuente, con todo y  su entorno, como una manera de profundizar inexorablemente en la entraña del fenómeno criminal, que aprendí a ubicar en la psique o el soma de cada mujer, pero, las más de las veces, en los factores, muy diversos, de que se compone su perímetro social, al influir sobre su educación y su vida familiar y emocional. Me enorgullece, creo que con legitimidad, habelogrado mi meta y haber podido recoger una cantidad considerable de dichas vivencias en mi Tesis Recepcional de Licenciatura en Derecho, realizada bajo la tutela, más amistosa  que docente, del inolvidable Maestro Dr. Alfonso Quiroz Cuarón. Cuando, unos años más tarde, tuve la fortuna de ser becaria en España y colaboré en la Prisión para Mujeres de Madrid, conocida como “Yeserías”, profundicé en nuevas vivencias, tales como las de mujeres ligadas al delito de Terrorismo, por aquel entonces desconocido en México. Un poco más adelante, pude, también, a modo de mero atisbo, conocer ciertas realidades que, distantes de nuestras insignes Normas Mínimas, permeaban la reclusión femenina en Colombia. Y ¡qué decir de las menores infractoras!, con quienes conviví, desde la Subdirección de una institución casi  del orden del surrealismo mágico, como lo era, en los 70’s, la Escuela Orientación para Mujeres, ubicada hasta la fecha en el corazón del barrio de Coyoacán. Así, el agrupamiento de tales vivencias, sumadas a las que se obtuvieron con seriedad y metodología, me llevaron a realizar, por encargo del fallecido Dr. Gustavo Malo Camacho, una investigación bibliográfica y de campo, para el Instituto Nacional de Ciencias Penales  ( INACIPE), misma que no llegó a publicarse merced a mi matrimonio y la decisión de dedicarme a mi hogar. Solamente, con espacios entre las líneas de la vida y la maternidad, volqué las experiencias precitadas en las aulas, ante las miradas emocionadas, los ojos soñadores de un mundo mejor, y la sed de justicia de muchos chicos y chicas que pasaron por mi cátedra.

                      Al paso de los años, tuve qué ahondar, como complemento de los factores de estudio ya señalados, en el fenómeno, que comenzaba a conocerse y estudiarse, denominado “violencia intrafamiliar”. Me tocó presentar en televisión casos verdaderamente lacerantes de mujeres que, envueltas en la más ominosa codependencia, llegaron al homicidio o al suicidio. Y continué, viendo cómo las variables se ensanchaban y sofisticaban….pero, en el fondo, ¡eran las mismas!! Nunca he dejado de pensar que, aquella investigación de INACIPE, que correlacionó el caso de México con lo que sucedía en Colombia, Panamá y Venezuela, bajo la inspiración del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas ( ILANUD), seguía teniendo esa actualidad que algunos llaman “vigencia”. Y, hoy mismo, creo no sólo que la tiene, sino que la tiene MÁS QUE NUNCA.

                                   Ciertamente, el tiempo, ergo edad, así como factores  de economía mundial que nos dejan de lado, nos defenestran y nos confinan a dar nuestra experiencia sólo si los jóvenes  la solicitan o nos lo permiten!!, han hecho que, “de facto”, aunque todavía no “de iure”, me sienta yo retirada de aquellas experiencias que acabo de reseñar. Retirada…..creo que sí; pero NUNCA olvidada. A la gentileza y la fe de un distinguido exalumno, de marcada seriedad y vocación al estudio, el Maestro en Derecho ALEJANDRO CARLOS ESPINOZA, debo el privilegio de esta tribuna periodística. Con mi agradecimiento, se hace uno el mejor esfuerzo por afirmar, una vez más, en lo que me quede de vida, lo que ES y lo que IMPLICA haber nacido con género femenino. Y reiterar, que, si la Patria tiene nombre de mujer, ser mujer, aunque sea delincuente, conlleva otro nombre femenino, que es: regeneración. La donación, que antaño se consideraba  vocación primigenia de toda mujer, y, quizá, la única, entraña, como una río, el “arte” de reciclar nuestra existencia para no agotarse, ¡como no se agota el agua de un río, y  cumplir, miles de años después, el célebre adagio de Heráclito sobre “el devenir constante”, ya que toda mujer deviene en donación y, por tanto, en la necesidad de regenerar su ser y sus dones. La interrogante que queda suspendida en el aire es si, acaso, se dona sólo lo bueno….¡o, también, lo malo!

Sirvan estas líneas para, tratar de descifrar, si  es que se puede, el enigma precitado y hacer el esfuerzo, que me resulta vocación, por reivindicar  el ser y el nombre de las mujeres de México.

                                                                       

2)    Marco teórico

         El hombre o mujer que disienten de su comunidad en cuanto al orden establecido en ella, sea este moral o jurídico, es considerado no sólo diferente sino infractor, y la sociedad reacciona con rechazo e imponiéndole etiquetas, mismas que se confeccionan de acuerdo al Derecho Penal de los grupos de poder. Esta es la base de la teoría del “labeling aproach”, como bien sabemos.  Obsérvese, que, algunas líneas arriba, utilicé la palabra disentir, ya que infringir la norma, sea moral o jurídica, significa en el fondo un “no estoy de acuerdo” con ella: puede ser que se pretenda negar la realidad con visos patológicos, o puede que, simplemente, no se comparta ideológica y/o emocionalmente aquello que nuestro grupo social nos impone. Así, al profundizar en ambas opciones, estaremos bordando en los profundos terrenos de la psique humana, normal o anormal, o en la rebeldía que es, en ocasiones, aunque incómoda, factor de progreso: rebeldía es creación, es oración hecha dolor; rebeldía es, en fin, lo contrario de estatismo, quietud perezosa y apatía. No estar de acuerdo con  la norma es, a fin de cuentas, desafiar el orden establecido. Y, como todo desafío, tiene el precio del reto cruel y despiadado: rechazo y etiquetas que dejan estigmas. Pero aún hay más: la declaración hecha por autoridad competente de ser, uno o más,  infractores, conlleva una pena o sanción, que es, generalmente, la prisión, la  privación de la libertad: ese supremo don que hace al ser humano parecerse a las aves que remontan las alturas, como el águila, o bien, mueren al atardecer, como la mariposa deslumbrada por la luz. De ahí la importancia de tener límites, aquellos que los padres y educadores debemos imponer a los menores y adolescentes y aquella que el Estado impone a los ciudadanos a través de la intimidación que encierra la norma penal, ejerciendo una prevención “a priori”; o bien, la “prevención a posteriori”, como también se denomina a la prisión, eslabón que vincula a esta institución con la larga cadena del “Ius Puniendi”, aquella que comienza con el enunciado de la norma, sigue con el ejercicio de la acción penal y concluye con el dictamen, por parte del Juez, de una sentencia condenatoria, de prisión o privación de la libertad

 

3)    La historia

                    Ciertamente, la primera que, históricamente, actuó como disidente de la norma y, además, actuando en “pareja delincuencial” fue Eva, quien, a sugerencia de la serpiente, persuadió a Adán de que probara el fruto prohibido(1). Posteriormente, su papel como defensora de Caín, el hijo fratricida, la coloca nuevamente en contraposición con la norma. Pero, al menos por medio de las fuentes históricas, no se sabe de otros casos, fuera de aquellos, un tanto míticos, de las Amazonas y la poetisa de Lesbos, que constituyeran acciones femeninas independientes de los roles conocidos: Ser madre, como estado de excelencia. En la sociedad Azteca, su misión era dar guerreros a loa Patria, como relata Fr. B. de Sahagún(2);

a)    Ser la “distracción” del guerrero en sus horas de solaz (principio de prostitución entre los Aztecas; las Hetairas en Grecia y las Geishas en Japón);

b)    Recolectoras, no sólo preparadoras, de alimentos, en tiempos de las tribus nómadas;

c)    Cocineras y enfermeras, en el hogar y en la tribu, oficios que les darían después la particularidad de delinquir a través de esos mismos alimentos y remedios curativos, relacionándolos con la ingesta de venenos (caso de Tofana, en Italia, inventora de la célebre “Acqua Tofana”, veneno muy utilizado en los círculos de los Borgia en el Medioevo)(3);

d)    A la luz del Derecho Romano, se le sujeta al “Pater familias”, a través de la relación de los agnados; así, contemplada como un ente sin derechos, salvo los adquiridos por el matrimonio, no puede hacer testamento, con la excepción de las Sacerdotisas o Vestales, mismas que, como premio a su castidad, gozaban de un reconocimiento oficial que podía, incluso, indultar de la pena de muerte al condenado que se encontrara con alguna de ellas en su camino. Pero, si acaso transgredía sus votos, era castigada con el enterramiento en vida, en el llamado Campus Sceleratus o “Campo Malvado”(4) Esto vale como prolegómeno de una gran verdad, consistente en que, a la mujer, cualquier privilegio se le ha cobrado, siempre, con sangre: sea con la vida, sea con  la dignidad. A este respecto, hay una curiosa situación histórica, ligada con los Etruscos, habitantes de Etruria, como región donde se desarrolló una cultura que precedió a la de Roma. Este pueblo que, a través del enigma que ha sido la muerte para todos los pueblos, plasmó una visión muy diferente y espacial de la de otros, haciendo de sus sarcófagos y urnas verdaderas obras de arte en alabastro, disfrutó también de una visión de la vida muy especial, y así, en escenas  talladas, pintadas y hasta en recientes excavaciones, se han podido observar figuras de mujeres, que, al lado del esposo, podían ingerir vino o licor en los banquetes. Posteriormente, ya consolidado el pueblo Romano, a través de la fórmula del matrimonio: “Ubi tu Caio, io Caia”, quedaba cerrado el compromiso de compartir los dones y privilegios con la esposa legítima, admirada como la célebre “Matrona”, de cuyo epitafio comenta Bernaldo de Quirós(5) que conjugaba la mayor simpleza con la mayor grandeza: “Cosió, hiló, tejió”; es decir, fue una buena mujer, una “mujer del sistema” imperial y patriarcal en aquel tiempo. Sin embargo, no fue siempre la moral el atributo     distintivo de las ciudadanas y patricias o nobles romanas, tanto más precarias cuanto más se aproximaba la caída del Imperio de Occidente, y hecha excepción de las convertidas al Cristianismo. Cuando Roma sucumbe al ímpetu de los pueblos “bárbaros” o “extraños”, es decir, en sentido general, ajenos a la cultura nacida en la cuenca del Mediterráneo o “Mare Nostrum”, dichos pueblos bárbaros fueron muy exigentes en materia de moral y conducta femeninas y en condenar la prostitución, la cual, en las últimas etapas de la Roma decadente, era vista como normal. Es menester estudiar luego el papel de la mujer  durante el Feudalismo, visto como forma de Estados independientes entre sí. Vale la pena contemplar la contribución que, para todos los pueblos evangelizados, desde los viajes de Pablo de Tarso(6), tuvo el Derecho Canónico, es decir, el Derecho propio de la Iglesia Católica, misma que fue reconocida por el Emperador Constantino a través del Edicto de Milán, en el año 313 d.C., primer atisbo de Derecho Penitenciario. Así, a la entronización formal del Derecho Canónico, suceden varios hechos de importancia:

a)    Se consideró como infracción a la norma del Derecho Penal no sólo el hecho fáctico, objetivo, sino también  la intención o “animus”; y quizá sea este avance de aquella época un antecedente de aquel otro concepto más moderno, acuñado por Rafael Garófalo como “peligrosidad”;

b)    Con el Derecho Canónico, entre las sanciones aplicadas a los Clérigos, aparece la “detrusio in monasterium”, o reclusión en monasterios, propicia a la reflexión y el arrepentimiento y antecedente de la prisión,  como pena propiamente dicha, y no sólo como lugar de detención para torturar, previo a la ejecución de la pena capital o pena de muerte;

c)    Con el Derecho Canónico y la afirmación de la existencia del alma desde el momento de la concepción de todo ser, se prohíbe la práctica del aborto y la aplicación de la pena de muerte a la mujer embarazada, así como surgen instituciones de reforma y rehabilitación, como las llamadas “Galeras”, destinadas también a viudas y mujeres embarazadas pero haciendo también un sitio para infractoras o mujeres “de mala vida”, aunque existió cierta clase de mujeres “díscolas o de conducta irregular”, que eran encerradas en conventos, a petición de sus familias, o  confiadas en manos de ”Dueñas”, como les llamó el Derecho Español antiguo, directamente descendiente del Romano y el Canónico, a través del Fuero Juzgo, las Leyes del Toro y las Siete Partidas, mismas que, posteriormente, regirían la vida jurídica del México colonial hasta el advenimiento de la Recopilación de las Leyes de Indias, como monumento a las aportaciones del Derecho Indiano o Derecho nacido en el Anáhuac.

                                     Así, en obvio de tiempo y como marco teórico de los ocho                     axiomas que pretendemos aquí sustentar, digamos que, dentro de la filiación de vida donde se amalgaman lo religioso, lo social, lo jurídico y aún lo político, en la Edad Media, mientras sucedía todo lo anterior, a nivel intelectual-ideológico e ideologizante,  la mujer permanecía al pie del hogar, procreando, casada alrededor de los 13-15 años cronológicos, apenas alcanzaba la que los Romanos denominaban “edad núbil”, mientras el marido, señor feudal o bien vasallo de aquel, marchaba a la guerra, actividad prioritaria de la época, dejando la agricultura de sus tierras en manos de los “siervos de la gleba”, esposos de mujeres también siervas y procreadoras. Era este el marco más generalizado en los Feudos como antecedente de los Estados Confederados  con gobiernos de tipo monárquico,  que se desarrollaron más adelante. Este fenómeno, tal como se acaba de describir, fue prolijo en Italia, ya que en España, por referirme a antecedentes más próximos a nuestra cultura mestiza, los reinos se remontan a los siglos IX y X, concertados mediante matrimonios-alianza. Es en esta época cuando el poder de la mujer, soterrada en el hogar y vista como mero objeto, no sólo sexual, sino a través de su belleza y el lujo de su atavío, como exponente del “status” del marido, se comienza a fincar no en la figura política, que no ha llegado a ser, excepción hecha de la Judith hebrea, la reina de Saba o la reina viuda Nefertiti en Egipto, sino en un aprendizaje del “arte de manipular”, como único camino de accesar al PODER por el poder mismo.  Así pues, al concluir la Edad Media y los períodos  donde imperaron las pestes, las guerras, cual ocurrió en la Italia desgarrada por Güelfos y Gibelinos, la mujer sigue procreando y enfocada a su hogar, en las casas señoriales, así como envuelta en la pobreza, expuesta a la mendicidad, la prostitución y, aún, la delincuencia franca, si pertenecía a grupos vulnerables; y esto sucedió tanto en Europa como en la ya conquistada, que no colonizada, América. A este respecto, he querido dejar al último la presentación de la realidad femenina en México, apoyándome en la Historia universal como marco teórico general. Como último antecedente europeo, de importancia “emancipadora”, cabe señalar la obra de Mary Wollenstonecraft, titulada “Vindication of the Rights of  Women”, que se publica en la Inglaterra de la Revolución Industrial. Es, también, la época Setecentista en la que florece un cierto “Voluntariado” enfocado a la ayuda en las prisiones, con mujeres como Elisabeth Frey, sirviendo de referente a lo que realizaron los Cuáqueros en Filadelfia, ya prófugos de su Inglaterra natal. Así, de la mano con estos barruntosde incursión en un mundo hasta entonces prevalentemente masculino, se camina, entre uno que otro salto, hasta llegar a los años 20’s, cuando surgen, tanto en los Estados Unidos como en Europa, las llamadas “sufragistas”, si bien la verdad es que dichas activistas no pretendían únicamente el derecho a votar y ser votadas en todo tipo de elecciones. Hubieron de transcurrir dos guerras mundiales para que, con el surgimiento de la Organización de Naciones Unidas, ONU, se creara una Comisión especial para velar por los derechos de la mujer, y México, por ejemplo, figurara como signatario en la Declaración contra la Discriminación de la Mujer, en 1967, habiendo existido por en medio otra firma sobre el esfuerzo contra todo tipo de explotación a la mujer, principalmente, contra la llamada entonces “trata de blancas”. Si esto ocurrió en el marco internacional, hay que subrayar que, luego de esfuerzos destacados de incorporación de la mujer a las tareas sociales, en el marco del Juarismo, primero, y durante el gobierno de Carrillo Puerto, en Yucatán,  después, el voto se concede a la mujer hasta la llegada de Adolfo Ruiz Cortines al Ejecutivo, en los años de la Cincuentena Priísta. Y, a raíz del Año Internacional de la Mujer, celebrado en 1975 con México como sede, así como la participación de distinguidas Mexicanas en la posterior Conferencia de Beijing, el marco teórico-jurídico que, hoy, nos protege, es casi perfecto, porque perfectible resulta toda obra humana. Pero, aunque se hayan desterrado y proscrito conductas “machistas”, que más parecen emanadas de un “fundamentalismo Islámico”, creo que falta mucho para que la situación cultural y la inteligencia emocional,  hagan eco a dichas reformas jurídicas: díganlo, si no, las mujeres que, cada día más, sufren violencia familiar, muchas veces sustentada en el estrés dominante de sus parejas. Así, aún sin globalizar las afirmaciones precedentes, nos preguntaremos, para fines del trabajo en comento, si los avances de la ley y de los derechos humanos benefician a la mujer delincuente o recluída. Estimo que  a esta duda, en concreto, puede responderse en dos vertientes: 1) La participación de la mujer en la delincuencia, tiende a expandirse en función directa de su incursión en el mundo laboral; 2) La norma sigue siendo hecha por los hombres para las mujeres, tal como lo sustentara, en su teoría de “Los Empresarios Morales”, el Criminólogo de la Reacción Social, Howard Becker. Luego, tratando de explicitar/sintetizar la evolución de la mujer en México, deseo citar hechos concretos:

                                    a)  En la época Precolombina, la mujer tuvo, en la sociedad Azteca, dos grandes roles: procrear hijos para que fueran guerreros, como actividad privilegiada, y entretener a los guerreros en su descanso; es decir, un tipo de prostitución “culta”, como las Hetairas griegas;

 En dicha época, a las niñas se les educaba dentro de un sistema totalmente represivo, con castigos como el hundir en su carne púas de maguey o hacerles aspirar humo de chile(7);

 b)  Dos autores sintetizan lo que ocurrió en la Época colonial: Segura Millán asevera que “el mestizaje no fue fruto del amor sino del atropello y la violación”(8); y Juana Armanda Alegría explica que, ante la lucha de clases y castas existente en el Virreinato, la mujer indígena prefería amancebarse con un español que contraer matrimonio con alguien de su grupo etno-social;

a)    El Derecho Español, así como el Indiano, abundan en ejemplos jurídicos de lo que fue una marginación y subestimación de la mujer, como género;

b)    El Virreinato contempló la vocación religiosa y el matrimonio; pero la soltería, como estado permanente de vida, no era aceptada;

c)    Las instituciones para mujeres viudas, abandonadas y hasta delincuentes, fueron las llamadas “Casas de Recogidas” y un tipo de “Galeras” diferentes de las llamadas “cárceles flotantes”. La primera institución de Recogidas en México, se ubicó en Puebla y se dedicó a Santa María Egipciaca;

d)    En tiempos del Juarismo, la educación pasa a manos del Estado y surgen la primera mujer Médica, la primera Abogada y una Dentista;

e)    La mujer, representada por figuras de todos conocidas, participa en las luchas independentistas y en la Revolución de 1910, especialmente como “Soldadera” y “Adelita”;

f)     Durante todo ese tiempo sigue existiendo la prostitución, y pasa del Reglamentarismo al Abolicionismo, como lo demuestran los trabajos de la Sociedad Mexicana de Eugenesia y los realizados por los Doctores Quiroz Cuarón y Gómez Robledo en al antiguo Hospital Morelos.

 

4)   Conclusiones

                                  Con los antecedentes ya citados, podemos encuadrar y calificar ciertos fenómenos, que creo pertenecen más bien al terreno psico-social: hasta la época de Bernaldo de Quirós, Profesor español que escribió páginas inmortales sobre la criminalidad femenina, esta se resumía, parafraseando a Buda, en “acercarse al amado o alejarse del no deseado”, lo cual  inducía a la mujer a delitos principalmente de etiología bio-psico-emocional, como el aborto, infanticidio, envenenamiento y “vitriolage”, en vocablo acuñado por los franceses (desfigurar al amado o a su amante con ácido sulfúrico); pero, desde hace más de cincuenta y un años, más o menos la edad de la concesión del voto, se equipara´, “de facto”,  a la delincuencia masculina, siendo menor en cantidad, pero más cruel y revanchista en calidad que aquella. Como interpretación muy personal, me atrevo a decir que, luego de años de segregación y minusvaloración, surge una venganza femenina frente a una sociedad que la ha explotado a todo nivel. Frente a la teoría Freudiana de una “envidia del pene”, que considero personalmente “misógina”, surge, más bien, una “envidia del poder”, para cuya afirmación me baso en lo preconizado por Jung, respecto de que la ambición por este último y su nivel, como interés humano,  así como el instinto nudo de conservación, supera al amor y hasta a la sexualidad, en su nivel de genitalidad, en muchas ocasiones. Hoy día, aunque la mujer participa activamente en todos los roles y es respetada en una “revolución sexual” que no sólo contempla preferencias ajenas a lo tradicional, sino que, como decía la Filósofa Gabrielle, de la Universidad de Berkeley, le reconoce a la mujer, como un derecho, su elección por la virginidad y la soltería, contrariamente a la “revolución sexual” de los 70’s, ella sigue estando inmersa, junto con el hombre, en una lucha por la vida, realmente despiadada, y su trabajo se ha centuplicado; por ello,  como decía la Mtra. Clara  Helena Molina Henríquez, en América Latina, hombres y mujeres comparten estadios de economía deprimida y cuotas de estrés muy altas(9). Si, a todo esto, sumamos el auge, ergo “globalización” de la delicuencia organizada, como la contemplan la Convención de Palermo y el Código Mexicano de Procedimientos Penales, comprendemos que esta gama de actividades, con su ilicitud y sus múltiples riesgos, se ha tornado en una “fuente de mercado” para las mujeres, incluso las más jóvenes, pero, a mayor abundamiento, las madres sólas, tercera edad sin seguridad social y egresadas de la prisión. En el aspecto estrictamente psicológico y emocional, es necesario reconocer que, en las más jóvenes, la seducción delictiva comienza con la seducción sentimental y sexual; de ahí se sigue una codependencia que alimenta la violencia intrafamiliar, cerrando el círculo del infierno que viven estas mujeres, y del que, muy difícilmente, logran emerger. Por todo ello, aunque la prostitución femenina nunca ha desaparecido, como equivalente  del delito masculino que decía Lombroso, se ha visto “desplazada” por una prostitución masculina que abarca a bisexuales, transexuales y otras situaciones; todo lo cual, unido a la proliferación del SIDA, hace más “rentable” la delincuencia organizada para las antiguas sexoservidoras. Se dice que pueden seguirlo siendo, pero en alianza, voluntaria o no, con el narcotráfico. Como fenómeno de causa-efecto, observamos que las prisiones para mujeres siguen siendo lugares de segunda categoría, donde la marginación cobra sus cuotas más alucinantes, sin contar con la que pagan los menores hijos de las reclusas, quienes, abandonados a veces por el padre, sufren todas las nefastas  influencias de la cárcel y se constituyen, sin culpa ninguna, en futuro material antisocial con patologías varias. Pero, aun sabiendo esto, la mujer reclusa corre todos losriesgos en su afán de maternidad, en multitud de ocasiones. Finalmente, tanto la mujer tradicional, ama de casa, como la que delinque en pareja, se transforman en codependientes, más por inseguridad que por amor, cumpliendo aquel paradigma Frommiano del “miedo a la libertad”. Todo lo cual, en el caso de las reclusas, puede favorecer así mismo el fenómeno conocido como “prisionalización”.

 

5)  Los axiomas

                  Con todo lo anteriormente contemplado, estimo que estamos en condición de presentar los ocho axiomas, como hipótesis conclusiva del presente ensayo:

1)    La mujer delinque por amor o por odio;

2)    En la delincuencia femenina siempre hay un ritual de sacrificio, sea de sí misma o de los demás, pero entendido no como dádiva sino como destrucción;

3)    La mujer es manipulable y manipuladora;

4)    La mujer es víctima y victimaria;

5)    La mujer se convierte en colaboradora/herramienta de otros delincuentes

a través de una sumisión sexo/emocional, o de la identificación/aprobación de patologías semejantes, lo que la hace proclive a la delincuencia organizada;

6)    La mujer es codependiente no por amor sino por inseguridad;

7)    La mujer, en libertad o cautiverio, siempre desea ser madre, consciente o inconscientemente;

8)    Las instituciones carcelarias para mujeres son lugares de segunda categoría y perpetran el rol de “doble marginación”, por ser mujeres y por ser delincuentes.

Tócame concluir mis aseveraciones, pero no sin antes afirmar enfáticamente que, al asentar estos axiomas, no he pretendido aceptarlos como algo “insuperable”, “normal”, dentro de los cambios del nuevo Milenio. Por el contrario, son producto de la observación de una “inveterada consuetudo criminal”, tal como la he estudiado  durante casi treinta años. Pero lo que en verdad deseo, e invito al comprensivo lector a alcanzar, es un mundo mejor para hombres y mujeres de nuestro siglo XXI. Tratemos de lograr una armonía que, partiendo del “yo” más profundo y verdadero, pueda expandirse hasta alcanzar las capas más     profundas del ente social, buscando la recomposición de este México, hoy lacerado por la descomposición moral y social, y, por ende, pasto de la delincuencia y de la enfermedad socio-mental. Propendamos a lograr que se destierren, como homónimos de “mujer”, el sadismo, la crueldad, la venganza y otros epítetos negativos. Y, ya que la Patria tiene nombre de mujer, busquemos formas de implementar, y lograr, que, aún aquellas que han delinquido, consigan la verdadera readaptación, ergo reinserción social, no por compromiso con un sistema, ¡sino por grandeza de género!! Al Estado del Arte, como ideal socio-político, en su esencia comprensiva, compasiva e incluyente, indexamos aquellas inolvidables palabras de García Lorca:

“Mamá, yo quiero ser de agua!

Hijo, tendrás mucho frío.

Mamá, yo quiero ser de plata!

Hijo, tendrás mucho frío.

Mamá, ¡bórdame en tu almohada!

Eso si! Ahora mismo.”

 

                                    México, D.F., agosto del 2011.

 

 

*  María Josefina Cámara Bolio, Abogada y Criminóloga. Profesora e Investigadora en el Instituto Nacional de estudios Superiores en Derecho Processsal Penal. Miembro de la Sociedad Mexicana de Filosofías Social.