Revue de la
B.P.C. THÈMES I/2002
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NOSOTRAS LAS MUJERES Y LA PAZ.
Una reflexión desde el Uruguay.
Prof. María Cristina Araújo Azarola (*)
1. Motivación
En
1988, en su segunda visita a la República Oriental del Uruguay, S.S. Juan Pablo
II nos dijo que gracias a nosotras las mujeres, se mantiene el perfil propio
del alma cristiana en América Latina. Esta misma afirmación la hizo en Santo
Domingo.
Ante esta
convicción de Juan Pablo II, cabe la pregunta ¿Por qué la mujer en mi patria y
en América Latina, es la responsable del ser cristiano? ¿Qué protagonismo ha
tenido? Y ese protagonismo, ¿sigue siendo válido hoy o habrá perdido vigencia?
Es
evidente que por donde se dirija la mirada, se revela la presencia de la mujer;
sea para el bien de los hombres, como para el mal.
Todos
conocemos mujeres que dan su vida, su
tiempo o su energía a la promoción de la vida humana, a la dignificación de los
estilos de vida, así como a la personalización del momento de la muerte; y a
acompañar al que sufre para que pueda encontrar un sentido trascendente a su
dolor. La mujer sabe que si el ser humano no se trasciende, se frustra.
Es sabido
también, que la mujer resentida o la mujer que odia, es peor que el varón. Su ensañamiento con sus víctimas es
atroz. Su mentalidad destructiva parece diabólica. Lo que sucede es que la
mujer es como un arco en tensión hacia lo absoluto; y cuando se entrega a
alguien o a algo, lo hace desde lo más
íntimo de su ser y con toda su capacidad afectiva y volitiva. Por este motivo,
el problema fundamental radica en la dirección que se de a esta capacidad
afectiva y en la orientación de nuestra voluntad.
Podría
afirmarse que estos rasgos de conducta también se observan en los varones. Es
verdad. Pero parece que se viven de modo diferente. Uno es el estilo de vida
creado por la mujer y otro es el estilo de vida creado por el varón. Tal vez
puedan coincidir en lo esencial; pero son modos diferentes de vivirlo. La
fenomenología del siglo XX descubre estas verdades.
Todos
tenemos experiencia de los diferentes enfoques sobre un mismo tema; las
apreciaciones diversas frente a un mismo hecho. Las modalidades femenina y masculina en la creacion artística,
literaria y filosófica, son patentes. También se manifiestan en la organización
de la vida familiar, en los enfoques educativos, etc.
Psicológicamente,
se sabe que un niño necesita de la imagen del padre y de la imagen de la madre.
Porque son diferentes y complementarios. Todas estas diferencias hacen la
riqueza de la vida. Su complementación origina la armonía y la lozanía de la
vida. También suscita la creatividad.
2. Comprendemos el
presente y proyectamos nuestro futuro.
2.1.
La realidad
Las
afirmaciones que anteceden trascienden el plano meramente cultural. También
trascienden a las épocas históricas. Porque entendemos que la cultura, así como
la historia y la civilización son creaciones humanas; han sido creadas por el
varón y la mujer, porque ambos existieron desde que el hombre es hombre.
Todos
sabemos que el siglo XX se inició sobre
el cráter de un volcán; que explotó en guerras, en situaciones de odio,
en permanentes conflictos; en acciones premeditadas de exterminio del hombre
por el hombre. El siglo XXI parece presentarse con rasgos semejantes. Son fruto
de la cultura de muerte originada por las filosofías idealistas del siglo
XVIII. Los racionalismos espiritualistas y materialistas mostraron ya, su fruto
de perdición para el hombre.
Estas
corrientes de pensamiento también llegaron al Uruguay. Sus consecuencias fueron
expresadas por la generación del novecientos; pero aún hoy las estamos
viviendo. La sensación de vacío espiritual, los crímenes, los suicidios, las
violaciones, la utilización del hombre por el hombre, la estafa, la mentira,
etc. son algunos ejemplos cotidianos.
Si
queremos una época de paz y de amor, donde reine la verdad y la armonía entre
los hombres, y nos consideremos todos verdaderos hermanos; si queremos una
auténtica convivencia, obremos en consecuencia. La única manera de crear la
paz, es vivir en paz; el único camino para crear la civilización del amor, es
viviendo el amor; es decir, es necesario amar de verdad.
Ante esta perspectiva nos
surge la pregunta: ¿qué es la paz?
2.2.
La paz
Es muy
difícil definir qué es la paz. Sin embargo, intuyo su significado. Se
acostumbra oponer los términos: paz – guerra; porque la guerra es signo de
destrucción, violencia y muerte; la guerra es signo de lucha del hombre contra
el hombre. La ambición, la avaricia, la prepotencia, el odio, la envidia, el
rencor, son pasiones humanas que conducen a la guerra. Generalmente están
alimentados por una ideología utilitarista o materialista. Algunas veces se
hace la guerra buscando un bien o una apariencia de bien. Puede suceder que
exista una causa justa; sin embargo los males que acompañan a la guerra,
generalmente son mucho peores que el mal que se quiere evitar o subsanar.
Siempre hay vidas humanas que se pierden o se destrozan.
El
aspecto humano de la guerra es una realidad central que muy pocos hombres
parecen considerarla. Más bien se habla de motivos políticos, motivos
económicos, etc. Pero, ¿qué sucede con el hombre concreto, que siempre es la
víctima? ¿Qué sucede con las familias? ¿Qué sucede con la cultura? En última
instancia, ¿qué sentido tiene la guerra? ¿Por qué los seres humanos no podemos
vivir en paz?
En un
análisis de realidades, la guerra es un vicio que se opone a la caridad. Cuando
no hay amor verdadero, los hombres se pelean. En forma análoga a lo que
acontece con los niños cuando no se entienden en sus juegos.
2.3.
Guerra armada,
psicológica y espiritual
Hoy hay
muchas modalidades de hacer la guerra. La más conocida es la guerra con armas,
la cual provoca trastornos ecológicos, destrucción material, y siembra la
muerte.
Otro modo
de hacer la guerra es creando desequilibrio psíquico; suscitando estados psíquicos
de miedo, de angustia, de sensación de ridiculez, etc. En este tipo de guerra
psicológica se aplican principios de la psicología conductista materialista. Ya en 1918, John Watson
afirmaba que es más fácil gobernar y controlar a los hombres por el miedo que
por el amor.
Otros
métodos vacían el espíritu y producen la muerte espiritual. En este caso, mucha
incidencia tiene la educación o más bien dicho: la enseñanza.
En
cualquiera de sus modalidades, es una lucha del hombre contra el hombre. En
todos los casos revela una falta de amor, desprecio de la vida humana, y un
menosprecio de lo existente. En todos estos casos se utiliza a las personas. No
se respetan sus derechos a vivir su propia dignidad; no se respeta su
conciencia.
Alguien
podría preguntar: ¿cuándo se utiliza a la persona?
La
observación de la realidad nos presenta variadas situaciones en que los hombres
rigen su conducta por un criterio utilitarista
He aquí algunas. Se utiliza a la persona cada vez que se tergiversa la
verdad; cuando solo se señalan las fallas del prójimo; cuando se hace esfuerzo
en desequilibrar a una familia, a un gobierno, a una institución, tan solo
porque es opuesta a mis intereses o expectativas personales o partidarias. Se
utiliza a las personas cuando se obra según dice el refrán: “a río revuelto, ganancia de pescadores”;
cuando “se tira la piedra y se esconde la mano”; cuando “se mira la paja en el
ojo ajeno y no se ve la viga en el propio ojo”. Otro modo de usar a las personas
es señalar al pecador y ocultar las transgresiones personales; o subordinar la
vida humana a criterios puramente científicos, técnicos, económicos o
políticos. Cuando se crea un clima de hostilidad y de agresividad en el medio
social. Cuando se suscita la inquietud, la angustia, la zozobra o desasosiego
espiritual. También se utiliza el hombre cuando se le oculta a Dios y Su verdad; cuando se emplean todos
los medios para convencer al hombre que tiene valor, sólo si vive
exclusivamente al servicio del Estado, o del partido, o de la ideología o al
servicio de una institución. Cuando se quiere convencer al hombre que su
dedicación a su familia es egoísmo; que su vida ordenada según Dios y los
principios morales es un desperdicio y un absurdo. Cuando se pretende convencer
a la mujer que su misión procreativa y familiar es opuesta a su realización
personal.
En una
palabra, el criterio utilitarista aparece siempre que se pretenda sembrar la
confusión para dividir y separar.
Estos son
algunos indicadores fáciles de observar a nuestro alrededor. Con frecuencia se
presentan en forma de mensajes subliminales. En todo caso el resultado es la
despersonalización. El ser humano deja
de ser sí mismo; abandona la búsqueda de sentido de su realización
personal a través de la vocación que le es propia. De este modo se masifica; se
moldea según la propuesta de los estímulos.
Estas afirmaciones no son novedad para nadie.
Basta con observar los acontecimientos nacionales e internacionales. Basta
conocer un poco la verdad histórica. Siempre que se pretende trastocar o
cambiar los valores humanos y cristianos se comienza alterando la paz: sea la
paz externa o la paz del corazón. Cuando el hombre no tiene paz interior, crea
el desorden en otros.
La paz
interior es un don muy valioso. Se posee cuando se ha encontrado el sentido
auténtico de la propia existencia; cuando se conoce el sentido auténtico del
trabajo que se realiza, o del sufrimiento y alegrías que se viven. Quien tiene
paz interior irradia esa paz a su alrededor; valora cada momento de su
existencia, cada situación vivida. Quien vive en paz sabe apreciar en su justo
valor los bienes materiales y no se deja engañar por los estímulos que
proporciona la sociedad de consumo.
Quien
posee paz en su corazón, ama y es feliz. No confunde felicidad con placer. La
felicidad puede ser compartida y contagiada. La persona que es feliz desea que
los otros también lo sean, y este deseo espiritual la conduce a la realización
de acciones solidarias. La felicidad nunca es egoísta.
3.
Nuestra misión de mujer.
En el
lector o lectora puede surgir esta interrogante: ¿qué tiene que ver todo esto
con las mujeres? Aquí es donde creo descubrir nuestra misión de mujer. Y
nuestra consigna en el trajín de cada día es: amor y paz. Pues,
nosotras tenemos la posibilidad de sembrar la paz y el amor en el corazón de
quienes nos rodean, si hemos aprendido a vivir en paz y a amar de verdad. ¿Por
qué?
Porque
nosotras formamos nuestros hogares: hagamos de ellos centros de amor y de paz.
Nosotras trabajamos en la enseñanza: hagamos de ella un vehículo del amor y de
la paz. Nosotros promovemos la venta de productos: exijamos que se nos trate de
acuerdo a nuestra dignidad de personas. Nosotros tenemos acceso a los medios de
comunicación social: promovamos desde ellos el amor y la paz auténticos. Nosotras
asistimos a fiestas y reuniones sociales y políticas: promovamos el decoro, la
belleza, la honestidad, la alegría y el entusiasmo femeninos. Nosotras
concurrimos a diversos lugares de trabajo: obremos de tal forma que vean en
nosotras a la mujer y no al objeto de placer. Nosotras estamos presentes en la gestion pública: estimulemos
desde allí a todos los hombres, a vivir en paz; seamos factor de unidad en el
amor.
Nosotras
somos cristianas: conozcamos qué enseña Cristo y sus apóstoles sobre el amor,
sobre la fraternidad, sobre el matrimonio, sobre la vida familiar y social,
etc. Cristo mostró a la mujer su propia dignidad y misión específica.
Pongámosla en práctica. Creo no equivocarme, si afirmo que Cristo-hombre tuvo
como modelo a su Madre.
Somos
miembros de la Iglesia de Cristo: estudiemos los documentos de los sucesores de
Pedro, y de los obispos que enseñan en unión con el Papa. Sus discursos,
cartas, exhortaciones, etc. nos orientan y alientan a cumplir nuestra misión.
En nuestra historia tenemos ejemplo.
Nosotras
somos miembros de la sociedad uruguaya, y por ende, de la sociedad
hispanoamericana: fomentemos en cada uno de los que viven en esta tierra, el
amor a la paz, el amor a la familia, el amor al trabajo, el amor al prójimo y
el amor a Dios.
Tenemos
todo un mundo para alimentarlo de amor y paz. Y así mantendremos el perfil
cristiano propio de nuestra tierra.
Prof. María Cristina Araújo Azarola
Nació en la ciudad de Paysandú (Uruguay) en 1945. Cursó
primaria y secundaria en dicha ciudad
Terminado el bachillerato para Derecho, entra en la
facultad de Derecho de la Universidad de la República y al Instituto de
Filosofía y Letras en el año 1963. Haciendo una opción radical por la
Filosofía, abandona los estudios de la Facultad de Derecho.
Se titula en Filosofía por el Instituto de Filosofía,
Ciencias y Letras y por la Pontificia Universidad Católica de Chile.
En la década del 80 participa en Seminarios de pesquisa
filosófica en
San Pablo y en Río de Janeiro (Brasil) organizado por la Asociación Interamericana
de Filosofía. Su presidente era el Dr. Stanislavs Ladusans SJ.
También participó en los Congresos Nacionales organizados
por la Sociedad Católica Argentina de Filosofía y por la Fundación Veritas, en
Córdoba (República Argentina); en el Simposio Internacional de Filosofía
organizado en Villa María (Córdoba-Argentina – 1996); en las IV Jornadas sobre
el Descubrimiento y la Evangelización de América (U.C.A. – Buenos Aires -
1990). Asistió al Simposio Homenaje al Dr. Alberto Caturelli invitada por la
S.I.T.A. Argentina (Mar del Plata –Universidad Fasta, Argentina, 2001).
En Uruguay, participó en el 1er Encuentro
Nacional de Filosofar Latinoamericano (1989) y en el 2do Congreso
Nacional de Educación Católica.
Ha dictado conferencias sobre Eugenio Espejo (en la
Universidad Católica del Uruguay U.C.U.D.A.L.), sobre la Ética fenomenológica
de Max Scheler en la Cátedra Alicia Goyena (Montevideo), entre otros.
Otras
actividades
Es miembro del Consejo Directivo del Club Católico del Uruguay.
Desde su aparición (1981) hasta 1987, fue secretaria de
Redacción y Colaboradora de la Revista Estudios de Ciencias y Letras,
órgano del Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras. Colabora en Soleriana,
publicación de la Facultad de Teología Monseñor Mariano Soler.
En goce de dos becas otorgadas por Intercambio cultural
Alemán-Latinoamericano y dirigida por Dr. Juan Villegas SJ investigó sobre José
Pedro Varela. Fruto de esta investigación fue la publicación Contexto
filosófico y religioso de la propuesta educativa de José
Pedro Varela (1989). La comisión pro-Canonización Monseñor Jacinto
Vera, publicó un estudio de la profesora titulado: Monseñor Jacinto Vera en sus
Cartas Pastorales (1995).
Algunos artículos, comunicaciones y estudios publicados
se pueden encontrar en la página: www.feyrazon.org
Actividad
docente
En su actividad docente ha enseñado en la Secundaria
Oficial, en la Escuela de Servicio Social del Uruguay, en la Escuela de
Psicología, en los Departamentos de Historia y de Filosofía del Instituto de
Filosofía, Ciencias y Letras. Actualmente desempeña su docencia en el Centro
Superior Teológico-Pastoral, desde su creación; en el Departamento de Filosofía
de la Facultad de Teología del Uruguay Mons. Mariano Soler; en el Colegio
Sagrado Corazón (de los Padres de la Compañía de Jesús) y en el Colegio Santa
Teresa de Jesús.
Colabora también en la Sociedad Uruguaya de Logoterapia,
de la cual es miembro fundadora.