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Février 2005
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La ontolología de la identidad y diversidad
en la filosofía de A. Rosmini
par William Roberto Daros
W. Daros
CONICET
RESUMEN
: El
autor menciona la importancia actual del derecho a la identidad personal y
social, y a la diversidad. Analiza luego el concepto de identidad y la realidad
de la identidad. Si bien ésta es expresada mediante el principio lógico de
identidad, en el viviente, la identidad es real y se da en la continuidad del
principio vital, no en sus actos y acciones. Un sujeto viviente mantiene su
identidad mientras mantiene la continuidad de su principio vital. Se analiza,
luego, las ambigüedades contenidas en el concepto de devenir de la concepción
de Hegel y criticadas por Rosmini. Se distingue, finalmente, a) la identidad o
permanencia real, de b) la identidad en cuanto permanencia dialécticamente
pensada por una necesidad de la mente humana. Frecuentemente la creación de un
ente real nuevo es pensado como una evolución porque la mente humana necesita
seguir manteniendo un sujeto dialéctico para pensar el cambio entre sustancias.
Importancia actual de la idea de identidad
1. El derecho a la propia identidad ha sido reivindicado como un
derecho importante y universal[1].
¿Pero en que consiste? ¿En qué consiste la identidad del ser humano? Desde
Heráclito -y en polémica con Parménides-, parece inaceptable que exista algo
idéntico en un mundo constantemente cambiante.
Cabe preguntarse, pues, ¿cuál es el
ser de la identidad? ¿Igualdad es lo
mismo que identidad? En la Revolución
Francesa se resaltó con fuerza el derecho universal a la libertad e igualdad en
derechos; hoy nos preocupa el derecho a la identidad, sin que nos quede claro
este concepto y su relación con el derecho a los cambios (personales,
culturales, nacionales), no menos importantes. La identidad y las diferencias
culturales son hoy temas relevantes.
El filósofo Antonio Rosmini (1797-1855)[2]
ha tratado extensamente el tema de la identidad, del derecho y del derecho a
las diferencias dentro del derecho. Es sobre todo el tema de la igual dignidad humana y de la imputación personal de las acciones lo
que hace urgente pensar en la base de la idea de identidad y en las
consecuencias sociales y políticas de la misma. Hoy parece remarcarse que la
identidad no excluye la diversidad, sino que la implica como riqueza humana[3].
Como bien lo ha remarcado Jean-Marc Trigeaud, esclarecernos lo que es identidad
es una condición previa para hablar de derecho:
“Les droits de l´homme
impliquent ainsi une conception précise de l´identité humaine et du centre de gravité de celle-ci”[4].
Advertir nuestra identidad nos lleva, además, a la libertad
y responsabilidad para con la alteridad de las otras personas y culturas.
“La identidad no es una relación
inofensiva consigo mismo, sino un estar encadenado a sí mismo... La libertad
está limitada inmediatamente por su responsabilidad. En esto reside su enorme
paradoja: un ser libre que ya no es libre porque es responsable de sí mismo”[5].
El principio lógico de identidad expresa la identidad ontológica
2. Por el momento, nos detendremos a considerar el fundamento ontológico
de la identidad, reservando para otros trabajos una reflexión sobre la
aplicación social y política de la identidad.
En la concepción de Rosmini, la idea del ser indeterminado es innata y no debe ser confundida con
la idea del ente ni de ningún ente en particular. La idea del ser indeterminado
es la luz de la inteligencia, el medio con el cual se puede conocer todo
ente que se ponga en contacto con los sentidos del hombre. Los sentidos ofrecen los límites reales de
los entes percibidos; pero al percibirlos el hombre los conoce
aprehendiéndolos -por naturaleza e inconscientemente- en la idea del ser y por
medio de esta idea[6].
Conocer un ente real, primeramente sentido, es
precisamente aplicar la idea del ser a un ente real que impresiona los
sentidos del hombre. Al conocer algo sentido, afirmamos que es: “Esto (que
siento, veo, oigo) es”; o sea, “esto” participa del ser indeterminado,
determinándolo según los límites que me ofrecen los sentidos.
Ahora bien, la identidad es, ante todo, la constatación
de que el ser es ser y no otra cosa: el ser es siendo, permaneciendo en el ser
que es.
Cuando se afirma que “el ser es el ser” se está
expresando la identidad del ser, se
está enunciando una tautología, pero con el matiz de su continuidad o
permanencia.
El principio de identidad expresa la misma idea pero explícitamente: como sujeto (el ser), siendo
(es) dicho o predicado (el ser). El principio de identidad expresa, pues, la constatación consciente de que el ser es
el mismo; es igual a sí mismo y excluye la contradicción (excluye poder
afirmar lo contrario). Pero la idea de igualdad añade a la de identidad o permanencia
la comparación entre dos momentos dentro de la continuidad y esos dos momentos
no pueden ser negados sin contradicción.
“La
fórmula del principio de identidad: “lo que es, es” puede ser tomada también
como un equivalente del principio de contradicción; y entonces viene a decir:
“aquello que no puede tener nada que sea contrario al ser, y por lo tanto es”[7].
De aquí se advierte que el ser es, al mismo tiempo,
la base para la verdad en la mente humana, en cuando es lo que es y no lo que
no es[8].
La lógica es la ciencia que enseña a hacer un uso correcto
del principio de identidad, distinguiendo la identidad absoluta (por ejemplo, en la expresión: el hombre es el
hombre) de la identidad parcial (el
hombre es -en cuanto sujeto- igual, a pesar de sus diversos actos que, en
parte, lo modifican y afectan)[9].
Dicho en otras palabras, la identidad reivindica, al mismo
tiempo, la idea de la diversidad. El derecho a la identidad pone, en el mismo
plano, el derecho a la diversidad.
3. En la concepción rosminiana, el ser es uno en su ser esencial (el ser no es más
que ser); pero es trino en sus formas
de ser: el ser es real (o sentimiento,
subjetividad), el ser es ideal (inteligibilidad,
objetividad, idea del ser), y el ser es relación moral (el reconocimiento que el sujeto hace de los objetos en tanto
y en cuanto son, lo que constituye la base de la justicia y de la diversidad)[10].
En efecto, no solo somos en cuanto sentimos y vivimos, sino que nuestras ideas
son algo (son idealmente aunque no sean reales); y nuestros actos morales
también son (aunque no son solo un sentimiento ni una idea).
En un primer sentido, entonces, en el ser (indeterminado,
sin especificación alguna) se da una identidad
esencial, absoluta, sin ningún tipo de consideración a las relaciones que
puede tener. En este sentido, el ser es absolutamente ser y nada más que ser.
Si se lo piensa no se lo puede pensar más que de la misma manera, perdurando
en lo que es, y es posible, de este modo, adquirir la conciencia de su identidad.
4. Pero el ser y los entes pueden ser considerados en sus
formas de ser. Por ejemplo, se puede considerar la manzana real y la idea de
manzana. La manzana en su contenido (en lo que es, en su esencia) es la misma;
pero en sus formas de ser (como realidad o como idea) es diversa. En este caso,
se da identidad en lo esencial, en el
contenido genérico de su ser, pero una diversidad
en las formas de ser. Si nos referimos entonces a la identidad de la
manzana, ésta posee una identidad en lo
que es (su esencia genérica o ser, sin que se considere las formas en las
que es); pero no es idéntica en las formas de ser: no es lo mismo ser una
manzana real o ser una idea de manzana).
5. El hombre es inteligente por la intuición de la innata idea del ser que lo hace inteligente.
Ahora bien, la idea del ser puede ser considerada de dos maneras: a) como
contenido de la idea, y entonces es el ser indeterminado; b) como forma de ser
y entonces es medio -como la luz- que hace inteligible todo lo que se conoce
por su medio. Esta idea (o inteligibilidad) del ser presenta, en forma no
consciente, al ser indeterminado, esto es, sin sus formas (real, ideal, moral).
El ser indeterminado es el inicio de toda
forma de ser, es la esencia incompleta de ser[11].
Recuérdese que, para Rosmini, la esencia
de algo es lo contenido en la idea de ese algo; no es la idea de ese algo,
sino el ser que se conoce con esa idea.
En la presencia constante e ideal del ser, sin embargo,
se presenta la base para la identidad del
ser: la base para afirmar que el ser
es el ser. Afirmamos que en la sola idea del ser se halla la base de la
identidad, porque la idea de identidad implica además la idea de permanencia o continuidad que no se
halla en la sola idea de ser indeterminado.
En el ser, se ocultan implícitamente las formas del ser, la
diversidad de las formas de ser. El ser es, entonces, también, la base de la identidad y de la diversidad.
El ser, en su esencia única, es, pues, la base de la identidad: el ser no es
más que ser; pero las formas esenciales del ser (realidad, idealidad,
moralidad) son la base de la diversidad. Como dijimos, en su ser, una manzana
real y la idea de esa manzana es lo misma; pero en las formas de ser (como realidad
y como idea) es muy diversa e irreducible la una a la otra[12].
6. Rosmini sostiene que el hombre primeramente detiene su atención en las
diferencias de los entes, en la diversidad. El concepto de diversidad
implica, pues, su opuesto: el de identidad;
mas éste permanece primeramente implícito en su opuesto.
“Si
nada cambiase respecto al sujeto que lo piensa, el objeto no se diría ni
idéntico ni diverso. Pero cuando un objeto se presenta varias veces al pensamiento,
y se cambia el acto con el cual el sujeto lo piensa, se cambia el tiempo -y el
sujeto que lo piensa la segunda o tercera vez ha padecido algunas
modificaciones-; o, finalmente, se cambia el modo de pensarlo o la forma en la
cual se piensa, entonces también se cambian y multiplican las relaciones
entre el objeto y el sujeto pensante”[13].
Si en la elaboración del concepto de identidad, el
hombre, como primer paso, se detiene en la diversidad
de los objetos o entes, y, en el segundo paso, advierte la identidad como negación de la diversidad mental o dialéctica; en un
tercer paso, el hombre compara lo que cambia y lo que permanece de un ente. En
este caso, el hombre afirma la identidad
como opuesta a la diversidad objetiva.
7. Es posible considerar, pues, algunos conceptos de identidad:
a) Una identidad ideal
(una misma idea con un mismo contenido) de alguna cosa (identidad en la forma
objetiva, esencial y objeto de pensamiento). Se trata de una identidad pensada
como tal y mantenida así por el pensamiento.
b) Una identidad
real (la permanencia o continuidad del sentimiento) de alguien (identidad
en la forma real o subjetiva) que, en cuanto principio vital no cambia y es
realmente el mismo. La identidad del viviente está dado por “el principio
sensitivo de continuidad”[15].
En el hombre, se da un principio permanente, continuo, que siente (que cuando
el hombre es consciente de sí lo llamamos “yo”), aunque las cosas que siente y
conoce sean diversas. Esa continuidad del principio viviente es la base real de la identidad, la que nos
permite luego hacernos una idea de
nuestra propia identidad[16].
La identidad se halla en un sujeto, no en sus actos o acciones. Sujeto es “el
primer principio de las acciones dotadas de sentimiento”; y se lo llama
sustancia cuando se lo piensa como existiendo en sí mismo y no en otro
principio[17].
c) Una identidad
lógica, en los juicios y en los razonamientos. Una identidad lógica, en un
juicio, se expresa afirmando el igual ser del sujeto y del predicado de un
juicio (juicio tautológico: el ser es el ser); y una identidad lógica, en un
razonamiento, se expresa también afirmando que dos conceptos iguales a un
tercero son iguales entre sí.
d) La identidad
dialéctica es aquella fundada en la manera de nuestro concebir. Por
ejemplo, el ser es sujeto dialéctico antecedente a toda cosa y no la cosa
misma contingente: “es una condición necesaria tanto a la esencia cuanto a la
idea de la cosa para poder ser pensada; pero, dicho nuevamente, no era la
cosa”[18].
Pensamos el “ser” (pues sin él no hay base para pensar algo) y luego le
añadimos los límites de las cosas (de una flor, de un libro) y lo hacemos
sujeto de todas las cosa; pero no es un sujeto real, sino una necesidad de
nuestra forma de pensar.
Y se dan dos
tipos de diversidad:
- Una diversidad de ideas acerca de una misma
cosa.
- Una diversidad de realidades con una única idea abstracta que
considera lo común a ellas.
Rosmini establece, entonces, que todo cambio o variación,
en la esencia de alguna cosa, le hace
perder la identidad a esa cosa. Pero, además, toda variación en el principio
de la realidad de los entes (en el
principio del sentimiento si son sensibles) hacer perder también la identidad.
Claro está que esta identidad puede ser una identidad
accidental (como la que depende de la permanencia del mismo peso o color)
y una identidad sustancial (como
cuando una mesa permanece siendo mesa aunque cambie de color)[19].
¿Seguimos siendo las mismas personas en la infancia, en la adolescencia, en la
edad adulta, en la vejez?
La identidad no se
opone a la diversidad si ésta es accidental, cambiante con los tiempos,
los lugares y las formas accidentales de ser. La vida de un individuo o
(análogamente) de una sociedad es la misma en cuanto conserva el mismo
principio vital (o constitución fundamental) y es diversa en sus accidentes o
modificaciones con las que ejerce su vivir.
8. El concepto de devenir, utilizado en filosofía, especialmente por Heráclito en la
antigüedad y por Hegel en los tiempos modernos, ha sido sustituido, al menos
en parte, en nuestra cultura, por el de evolución.
Este concepto de devenir
parece, por un lado, mantener la identidad del sujeto o ente que deviene; pero,
por otro lado, si un sujeto o ente deviene termina siendo otro ya no conserva
identidad con el anterior.
Rosmini nos hace advertir que el concepto de devenir
contiene algunos elementos que se refieren a entes reales; y otros elementos
meramente mentales. Cuando no se distinguen estas dos clases de elementos,
entonces se generan confusiones.
Consideremos la expresión “un ente deviene otro”.
“Para que esta proposición sea una verdad
rigurosa, conviene que se dé identidad entre el ente que deviene y el otro
devenido, porque en toda proposición verdadera debe haber identidad entre el predicado
y el sujeto”[20].
La expresión “un ente ha devenido o llegado a ser otro”
es absurda en sí misma, porque el
ente devenido ya no es más el ente
anterior, porque el ente devenido no es aquel al que se le atribuye el acto
de devenir. Mientras el ente hace la acción de devenir es el mismo, pero
cuando ha terminado, él se ha anulado como ente real que realiza la acción de
devenir, y, por esto, no deviene otro.
9. Para devenir un
ente debería causarse a sí mismo; pero para causarse a sí mismo: a) primero
debe ser, y b) debe seguir siendo mientras se causa y c) ser él mismo un efecto
causado. Pero si ya es, no puede causarse para llegar a ser; y si llegase a ser
otro, -para ser totalmente otro- debería proceder de lo que no es, de la nada;
y de la nada, nada procede.
Afirmar que “un ente deviene otro” es como afirmar que A llega a ser no-A; pero no-A equivale
a cesar de ser, a anularse; y lo que se anula no puede luego llegar a ser. Esta
proposición contiene, pues, cosas contradictorias: anularse y llegar a ser.
Por otra parte, la nada en la cual se convertiría un ente
y la nada de la cual surgiría otro, debería ser un sujeto idéntico; pero la
nada es nada en absoluto y no un sujeto real ni idéntico porque no tiene ser
en absoluto. Todo el sistema filosófico de Hegel está basado sobre este
absurdo: el ser se hace nada y de la nada surge el ser[21].
Mas alguien podría afirmar que bajo la expresión “nada”, Hegel quiere decir
“anulación o negación”. Pero ni siquiera se puede confundir la nada con la anulación: la nada no supone nada (ningún sujeto anterior),
mientras que la anulación supone un sujeto que anula y una entidad que se
anula, de la cual nada puede provenir. Por otra parte, la creación, en su
concepto, no significa que algo deviene[22].
Con el concepto de creación se significa que lo creado no posee nada previo ni
del creador ni de un sujeto, pues este no existe antes del acto creador.
“Hegel
ha dicho que el devenir es el momento
en el cual el ser y el no ser se identifican. Mas él ha expresado mal esta
verdad y ha abusado de ella. La ha expresado mal, porque la palabra devenir supone un sujeto que deviene, y
un sujeto que deviene no ha aún devenido, y entonces no existe: el devenir,
pues, es un concepto diverso del ser creado; la palabra devenir no tiene, entonces,
sentido sino para aquellos sujetos ya existentes que se modifican o también se
cambian en otros, pero no para lo que se crea, el cual primeramente no es, y
después es sin un pasaje del mismo sujeto de un estado a otro, siendo creado
el sujeto mismo.
Pero
aquello que pudo haber engañado a Hegel es la identidad dialéctica, porque, en la manera de nuestro concebir, el
ser es sujeto dialéctico antecedente a toda cosa: él no entendió que era un
antecedente de la cosa, y no la cosa misma contingente: era una condición
necesaria tanto a la esencia cuanto a la idea de la cosa, pero, dicho nuevamente,
no era la cosa”[23].
10. Sin embargo, la palabra “devenir” tiene un sentido vulgar admisible. ¿Cuál es ese sentido? El sentido de cambio de un ente que no deja por esto de
ser sujeto real del cambio. Es admisible sostener que un ente cambia
cuando él permanece como sujeto real del
cambio y deja algunos accidentes y recibe otros.
Tratando este tema, Rosmini distingue la base de un ente, del principio del mismo.
“Base de un
ente es aquel acto único que contiene y une en sí mismo todo lo que hay en el
ente, y constituye el sujeto del ente.
El principio
es aquel acto que contiene el término, el cual siempre rechaza la naturaleza
de principio”[24].
La base de un
ente es el principio supremo en el
que está la realidad del ente, del cual dependen todas sus posibilidades: no es
una potencia en particular, sujeto de ciertas acciones. “Si se trata de un ente
intelectivo, entonces de ese principio supremo nace en él la conciencia de la propia identidad”[25].
Frecuentemente, y en forma impropia, el hombre habla de
los animales atribuyéndoles un “se” o un sujeto consciente de sí (lo que
supone que no solo conoce cosas, sino además sus acciones y a sí mismo como
sujeto de las acciones). En efecto, el hombre no puede pensar las cosas y los
animales, sin atribuirles un sujeto a los accidentes que posee. Mientras
perdura el mismo sujeto real, un animal o una planta conservan su identidad y
solo cambian sus accidentes; pero ello no nos autoriza a afirmar, sin más, que
también poseen conciencia de sus actos como propios.
Rosmini estima que sólo la persona humana es un ser completo (esto es,
real, ideal y moral). La persona es lo que mejor explica lo que es “ser”. El
ser, en efecto, puede ser solo una realidad (sentimiento, acción), una
idealidad (o idea), o bien, además, un ser moral (un ser real que se atiene a
las ideas y reconoce lo justo). Parece ser que solo el hombre puede tomar
conciencia de su propio ser (de la permanencia de sí como sujeto permanente y
responsable de sus actos). En este sentido, Rosmini afirma:
“No se
da ser completo, si no es persona; la persona es condición ontológica del ser”[26].
11. Las sustancias no son totalmente invariables: varían su actividad inmanente
con el aumento o disminución de sus actos y accidentes; pero mientras la
sustancia o la base permanece, “conserva su identidad”.
En resumen, el concepto de devenir resulta ser engañoso toda vez que la mente humana inventa un sujeto que permanece cuando,
en verdad, el sujeto real no permanece, y es otro totalmente diverso en su
constitución o esencia. Esto sucede cuando, por ejemplo, se piensa primero un
animal que solo puede sentir y luego, a ese mismo sujeto animal se le da -o
adquiriría- el poder conocer racionalmente. Entre el solo animal y el hombre
hay una diferencia esencial y, entre ellos, no se da ningún sujeto igual,
realmente idéntico. El animal en cuanto, como tal, lo definimos como un sujeto
solo capaz de sentir (y no de conocer), no puede conocerse. En consecuencia,
ese sujeto animal real no puede mantener su identidad real cuando luego -por
alguna razón- estimamos evoluciona y conoce.
El sujeto que conoce y el sujeto animal (el cual solo
siente) son dos sujetos diversos esencialmente, aunque la mente mantenga un
mismo concepto (dialéctico) del sujeto, como si el pasar de ser animal a ser
inteligente fuese solo un accidente del animal que antes no había ejercido su
inteligencia y ahora la ejerce.
Mas si el animal fuese inteligente (aun sin ejercer actos
inteligentes) entonces no debería ser
llamado animal sino humano con real potencia o posibilidad de ejercer sus
actos humanos. Por el contrario, en el animal se estima, por definición, que
hay algo que no es la capacidad de conocer, por lo que el animal no es, en
realidad, inteligente ni en potencia ni en acto.
No obstante, la mente (que necesita un sujeto para pensar
todo cambio) pone en el sujeto animal esa posibilidad de ser inteligente, de
devenir humano; pero no se da en él ese sujeto realmente, pues, repitamos,
si se diese ya (en potencia o virtualmente), el animal no debería ser llamado
animal. El sujeto animal que deviene
hombre es un sujeto puramente dialéctico: un sujeto que la mente necesita
poner para pensar la continuidad y el cambio, continuidad que no se da en la
realidad, y que la mente puede luego, con una reflexión posterior, advertir.
12. El pensar “dialéctico
es lo que la mente finge o supone en las operaciones, y que no es tal en sí
mismo, esto es, prescindiendo de la operación de la mente”[27].
Dado que el sujeto de la mente humana no puede conocer sin un objeto (que es
el término de su conocimiento), ese objeto mental puede ser luego convertido en
un sujeto dialéctico que recibe determinaciones.
Este hecho puede llevar al engaño de creer
que una idea deviene otra idea. Pero, en verdad, una idea no se mueve ni
deviene ni evoluciona: es el sujeto humano el que con su mente pasa a
considerar aspectos posibles de los entes, a descomponerlos y componerlos
mentalmente sobre la base de una idea que es un sujeto dialéctico. Lo que parece ser la evolución o el devenir de
una idea, no es más que una creación de la mente humana, la cual, para pensar,
necesita conservar una idea (convertida
en sujeto dialéctico) sobre la cual descompone y compone los entes
posibles que mentalmente crea[28].
Las ideas, pues, no devienen ni evolucionan realmente, porque no son reales:
sobre la base de una idea universal (que hace el oficio de sujeto permanente
pensado), añadimos o quitamos algunos aspectos.
A Rosmini le parecía absurda la hipótesis de que un
principio meramente sensitivo (un animal) pudiese elevarse al estado de alma
intelectiva por sí mismo, y sin intervención del Creador. Un principio que
siente solamente, necesitaría, para convertirse en inteligente, que le fuese
dada la presencia de la idea del ser, la única que hace a la inteligencia. Ser
inteligente es, en efecto, la potencia o capacidad de preguntarse por el ser
de las cosas; y no consiste en un mero sentir. Sin la idea del ser, no se puede
ni siquiera comparar dos sensaciones, pues para realizar esto se requiere de
una idea en común entre ellas. Cada sensación es un hecho real: existe o no
existe, y si existe, existe de manera determinada y no tiene nada de común con
otra. Por el contrario, la idea del ser es universal es la luz que posibilita
conocer, que da la potencia de conocer. Ella tiene la virtud de hacerse
manifiesta, y ese hacerse manifiesta es lo mismo que crear un sujeto humano
inteligente[29]. Pero la
idea del ser indeterminado, infinito, solo puede proceder del Ser real
infinito, y dado por Él; y no es el logro de una abstracción, pues para
abstraer (que es un considerar separadamente) ya se requiere ser inteligente.
Admitido esto, Rosmini estima que se puede sostener la
hipótesis de que “a todo nuevo individuo que procede por la naturaleza humana,
por vía de generación animal, el ser en universal (la innata idea del ser) le
sea siempre visible”. Esto explica que de todo ser humano nazca otro humano,
mas no implica que de un animal nazca, deviniendo por evolución, un humano[30].
Pero no es absurdo pensar que Dios, diese la idea del ser a un sujeto animal,
con un cuerpo sensible bien organizado, cambiándole la naturaleza y
haciéndolo -creándolo- humano. En esta hipótesis, el animal es la raíz sobre
la que se crea al hombre; pero el animal no es el mismo sujeto sensible que
recibe, como un accidente la inteligencia; sino que este sujeto, primero
animal, cambia de naturaleza -es realmente creado- al recibir la inteligencia:
el animal solo permanece en la mente que lo piensa, pero es un sujeto dialéctico idéntico, no un sujeto
real idéntico[31].
13. Mas confundir lo real con lo ideal, absorbiendo aquél en
este, es un idealismo; y viceversa,
reducir lo ideal a lo real es un realismo[32].
Ambos errores se deben a una falta de
distinción entre lo que es un sujeto real y un sujeto dialéctico. En la
concepción de Rosmini, el ser es uno y todo entero en su esencia; pero trino en
sus formas esenciales de ser: real (sujeto, sentimiento, vida), ideal
(inteligibilidad, objetividad, luz de la inteligencia), distintos uno de otro
por una relación que los mantiene relacionados pero distintos, relación que
cuando se da en un ser humano que la reconoce se llama ser moral.
La temática de la identidad nos ha llevado, entonces,
inevitablemente a una reflexión ontológica: en última instancia consiste en
preguntarnos si el ser es idéntico. Y es la concepción del ser, en su
permanente ser o continuidad, la que nos establece las condiciones de
posibilidad sobre la identidad. Porque la identidad que implica en su concepto
la permanencia, no debe ser confundida con la igualdad que supone, además, la
comparación. Como afirmaban los medievales, “idem
non adaequator sibi ipsi, sed aequalitas diversorum est” (lo idéntico no se
adecua a sí mismo, pero la igualdad es propia de la adecuación de cosas diversas)[33].
Si aplicamos esto a la concepción rosminiana del ser, entonces advertimos que
él es origen de la identidad (en cuanto el ser inicial es esencialmente uno e
idéntico) y de la diversidad, porque las formas del ser (real, ideal , moral)
son irreductibles la una a las otras.
La realidad, además, de los entes es siempre diversa de
cualquier otra realidad, porque es la forma que individua a cada ente. El ente
se realiza en el sentimiento y el sentimiento, en su realidad, es
intransferible, individualizante[34].
A partir de la diversidad de las cosas reales, la mente retiene lo permanente
(la raíz permanente de la sustancia o base real del sujeto, no obstante el
cambio de sus accidentes) y hace, dada la permanencia, el concepto de la
identidad. La identidad expresa entonces la negación de la diversidad[35];
pero, al mismo tiempo, su necesidad, pues sin diversidad no hay concepto de
identidad.
14. En resumen, el ser es esencialmente uno y esa unicidad
es la base de la identidad. Pero el ser, sin dejar de ser, es, además, 1) en la
forma real y se da una unidad real y una identidad
real; 2) en la forma ideal y se da una identidad
ideal, pensada por la mente humana, la cual para pensar genera necesariamente
un sujeto dialéctico que no es real[36].
Rosmini estima que el concepto de devenir o evolución de una
especie inferior en otra superior es un concepto vulgar, muy utilizado, pero
carente aún de una reflexión que advierta y distinga el sujeto real del sujeto
dialéctico[37].
La dialéctica
es el estudio del movimiento del pensamiento. El hombre es inteligente por la
presencia de la luz del ser que lo hace inteligente. Por ello, al pensar, el
hombre debe pensar el ser (pues pensar sin pensar nada en absoluto no es
pensar). Sobre ese ser primero indeterminado (idea innata del ser
indeterminado) advienen las determinaciones: de este modo, el ser (que es
indeterminado) es pensado como ente (o sea, con alguna determinación: como
sujeto u objeto); una idea es pensada como una sustancia con accidentes, etc.
Pero el ente, en cuanto es sólo objeto del pensamiento,
es una idea, la cual es hipostaseada, hecha sujeto: un sujeto dialéctico (esto es, un sujeto por la necesidad de pensar,
dado que el hombre no puede pensar sin algo pensado). La reflexión, luego, debe
esclarecer la distinción que corre entre un sujeto real y uno dialéctico[38].
15. Como dijimos, el concepto
de devenir tiene sentido y fundamento real cuando un sujeto, permaneciendo
sustancialmente el mismo como sujeto, cambia sus accidentes. Devenir significa
entonces crecimiento o decrecimiento de
un ente, el cual cambia solo en parte, permaneciendo
algo idéntico, lo cual permite atribuirle a él realmente ser el sujeto de
los cambios.
Por el contrario, cuando con el término “devenir” se
desea significar que: 1º) un ente deja de ser ente, 2º) se hace nada, y 3º)
vuelve a ser otro ente, entonces este concepto
de devenir es absurdo, porque la nada no es ni ente ni sujeto que pueda
recibir los cambios. En este caso, la mente humana -la cual para pensar
necesita pensar algo- mantiene, o bien crea, y pone un sujeto real donde no lo
hay.
“...Dialéctico es aquello que se predica de
un ente real, el cual no es sujeto completo y apto para tener una existencia
propia, y que, sin embargo, es tomado y supuesto por la mente como si fuese un
verdadero y completo sujeto. Y este, a decir verdad, es solo una clase de los
sujetos dialécticos, ya que el objeto, la nada, y toda relación se puede revestir
de la forma dialéctica de sujeto”[39].
La idea del ser, por ejemplo, puede ser
considerada, por la mente humana, como un objeto
dialéctico, hecha sujeto e inicio
de todo lo que es. Cuando afirmamos: “El ser es piedra”: a) “el ser” es considerado
por la mente como un sujeto dialéctico
inicial (en efecto el ser puede ser muchas cosas: mesa, silla, idea, virtud,
etc.), que puede ser determinado de muchas manera; b) el verbo “es” expresa el
acto determinante del ser y de todo lo que va a ser determinado; c) “piedra”
indica, en este caso, la última determinación del ser, el ser realizado como
ente real[40].
16. Resumiendo aún más, podemos decir entonces que la identidad posee fundamentalmente dos
sentidos:
a) Identidad es la
conciencia y la idea que un sujeto tiene de su ser permanente como sujeto
(autoconciencia e idea de identidad) en medio de sus cambios accidentales.
Esta idea de permanencia puede ser luego atribuida a otros entes que el sujeto
percibe (atribución de la identidad genérica, específica, individual y
numérica) según se tenga en cuenta los accidentes externos y sus cambios. Surgen
así las categorías para clasificar a los entes como pertenecientes a un
idéntico género o especie o a diferentes géneros o especies, en particular teniendo
en cuenta si esas características pueden ser conservadas y generadas en sus
descendientes.
b)
Identidad es la
real unicidad básica del sujeto (dada
por el sentimiento vital permanente, principio supremo de la vida) el cual
permanece en medio de los cambios (identidad real). Dado que quien tiene sólo
sentimiento, simplemente siente y no se conoce a sí mismo, el hombre (si no se
conoce) puede tener identidad real, sin tener idea de su identidad. Esta
identidad real del sujeto humano es posible por la presencia del ser ideal,
siempre presente incluso cuando el sujeto humano, que perdura, no tiene
conciencia de sí; y es esta idea del ser la que le otorga igual dignidad humana a los diversos sujetos humanos reales. La
igualdad social es precisamente justa cuando respeta la igualdad y diversidad
ontológicas. Como bien
afirma Jean-Marc Trigeaud, “L´egalité s´etablit
au service de dignités à rendre
précisément égales, mais sans léser leur originalité propre”[41].
Estos conceptos de identidad no deben confundirse con la identidad ficticia del sujeto dialéctico,
esto es, con un sujeto creado por la mente, para mantener la continuidad en el
pensar. Es esta necesidad la que nos hace creer que un ente deja de ser ente,
se convierte en nada y de la nada surge otro ente. Mas de la nada, nada surge y
el segundo ente no tiene nada realmente idéntico con el primero.
La identidad
ontológica desaparece cuando el sujeto (que es un principio que siente)
desaparece; y esta identidad del sujeto que siente se pierde cuando deja de
sentir el término sentido que lo constituye. Recuérdese, como ejemplo, que el
hombre es un sentimiento fundamental, (que la vida es la emisión de ese
sentimiento); es: A) un sujeto -base del ente-, que B) realiza un acto vital,
fundamental, permanente de sentir, C) y posee un objeto ideal (la idea del ser
que lo hace inteligente) y su cuerpo en el espacio. Cuando este sujeto deja de
sentir, se pierde la identidad real de
ese sujeto. Cuando ese sujeto toma conciencia de ser él el sujeto
permanente que realiza el acto de sentir y conocerse entendiéndose como
objeto de conocimiento, entonces advierte su identidad entre el sujeto (real
existente, permanente) y sus actos (lo que él hace y los cambios que produce) y
tiene la idea de su identidad, al
tener la idea de permanencia de sí como el mismo sujeto permanente.
17. La identidad humana plena implica la unión de estas dos
formas de ser idéntico: Ser un sujeto permanente, y tener conciencia de serlo,
a pesar de todos los cambios accidentales sufridos.
En la hipótesis evolutiva, según la cual un sujeto
sensitivo animal recibiese un nuevo término para ser sentido, por ejemplo, la
idea del ser, y se generase en él un nuevo sentimiento (ahora llamado
sentimiento intelectual o espiritual), no estaríamos presenciando una
evolución de un ente, sino la creación de un ente nuevo. Porque, en esta
hipótesis, el sujeto solamente sensitivo no conoce y no puede conservar su
identidad consciente ante el nuevo principio sensitivo-espiritual que ahora
surgiría. El nuevo principio intelectual que siente ahora dos términos (la idea
del ser y su cuerpo) es una nueva base del ente, quedando del anterior solo
una raíz real y un sujeto dialéctico común.
“Cuando un
principio, que tiene un acto, adquiera un nuevo término más excelente que el
precedente, y en consecuencia emita un acto permanente de más fuerza, o de
mayor grado de actividad que el precedente, cesa de ser la base del ente, y así
se constituye, y permanece simplemente un antecedente que llamamos raíz, y
la base o principio constitutivo del nuevo ente es el nuevo acto inmanente y
permanente”[42].
18. La ruptura del principio vital (la separación de su término) que rige
a un viviente rompe su identidad real. Cuando un principio que siente su
término (cuerpo) deja de sentirlo, se destruye la identidad real del sujeto,
que da sólo lo que Rosmini llama “raíz real”; pero ésta “impropiamente se llama
ente y, por otra parte, ella no deviene sino que permanece idéntica”. Esto da
pie a lo que el vulgo piensa cuando acepta la idea de evolución; pero la sola
“raíz real” de lo que era un ente no es el ente (un animal, por ejemplo); y
ella no es tampoco el nuevo ente que aparece si la raíz recibe un nuevo
principio y un nuevo término (por ejemplo, en un humano).
Rosmini ha dejado, en este contexto, interesantes sugerencias, desde la
ontología, a tenerse en cuenta cuando se habla de evolución, respecto tanto a las exigencias que posee nuestra manera
de pensar (sujeto dialéctico) cuanto a nuestra manera de pensar la realidad
(raíz real).
La identidad, además, en nuestra forma temporal de pensar, se hace
consciente -por ejemplo, en una persona humana- en relación con la permanencia
del sujeto y la diversidad de sus actos, y en la diversidad para con los otros,
en la hendidura del tiempo que transcurre y de la persona que, como principio
vital y como sujeto, permanece como tal, y como diverso de todo otro sujeto
real. También de este punto se derivan notables consecuencias para la
meditación sobre la convivencia en la
vida real y social: la identidad requiere de la diversidad y viceversa.
Para el pensamiento cristiano, Dios es uno y trino: idéntico como Dios uno,
diverso como personas divinas; y es el amor la expresión de esa diversidad y
unidad, no como soberbia tolerancia del uno para con el otro, sino como
inclusión de una persona con la otra, en la riqueza de la distinción y no en
una tosca globalización o fusión que borra las diferencias.
19. Lamentablemente nuestras culturas han
apostado, en el pasado, a la diversidad como oposición, como prerrogativa de
distinción y prepotencia. En el presente parecen inclinarse a una globalización
sin matices individuantes. Queda aún por recorrer el camino de la diversidad
para la inclusión en la distinción y en el enriquecimiento cultural mutuo. Este
camino exige una mente más amplia y universalizadora que la empírica que solo
valore de hecho las diversidades. El derecho a la propia identidad es el
derecho a conocer el propio origen, permanencia y pertenencia, como persona, a
una sociedad.
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© THÈMES I/2005
[1] El presente artículo forma parte de una
investigación más amplia titulada En la
búsqueda de la identidad personal, promovida por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina.
[2] Cfr. BERGEY,
Marie-Catherine. El manto de púrpura. Vida de Antonio Rosmini. Madrid, Ediciones Cristiandad, 2004.
[3]
Para constatar las diferencias individuales y sociales del ser humano, tratadas
por Rosmini, véase, entre otras obras: ROSMINI, A. Philosophie de la politique. Avec l´introduction de Jean-Marc Trigeaud. Paris/Bordeaux, Éditions Bière, 2000, pp. 425-436. TRIGEAUD, J.M. La “Philosophie de la politique” en Rivista Rosminiana, 2000, Fasc. II, p.
125-146. TRIGEAUD, J-M. L´Homme coupable.
Critique d´une philosophie de la responsabilité. Bordeaux, Editions Bière,
1999.
[4] TRIGEAUD, J-M. Droits Premiers. Bordeaux, Editions Bière, 2001, p. 172.
[5] LÉVINAS, E. El tiempo y el otro. Barcelona, Paidós, 1993, p. 93.
[6] ROSMINI, A. Nuovo Saggio sull'origine delle idee. Intra, Tipografia di P. Bertolotti,
1875-1876, nº 417, 530.
[7]
ROSMINI, A. Lógica. Milano, Fratelli Bocca, 19542, Vol. I, nº 349. Cfr. POSSENTI, V. Approssimazione
all’essere. Padova, Il Poligrafo, 1995.
[8] Cfr. MANFREDINI, T. Essere e Verità in Rosmini. Bologna, Studio Domenicano, 1994.
[9] ROSMINI, A. Teosofia. Roma, Edizione Roma, 1938, Vol. II, nº 633.
[10] ROSMINI, A. Introduzione alla filosofia. Roma, Anónima Romana, 1934: Sistema filosofico. Nº 166-170.
FORMICHELLA, G. L'essere nel pensiero di
Rosmini en Rivista Rosminiana,
1995, n. 2, p. 157-172. BERGAMASCHI, C. L’essere
morale nel pensiero filosofico di Antonio Rosmini. Stresa, La Quercia, 1979.
[11] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. I, nº, 89, 171, 177, 331; III, nº 759; Vol. V, nº 130.
[12]
ROSMINI, A. Epistolario filosofico.
Trapani, Cebeles, 1968, p. 257, 389, 393, 439. ROSMINI, A. Saggio storico-critico sulle categorie e la
dialettica. Torino, Unione Tipografico, 1883.
[13]
ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II,
nº. 623. Cfr. GARCÍA SERRANO, M. Yo e
identidad personal en Theoria,
1996, n. 26, p. 163-189.
[14] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 623.
[15] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 663.
[16] ROSMINI, A. Psicologia. Milano, Fratelli Bocca, 1941, Vol. I, nº 144.
[17] ROSMINI, A. Psicologia. Op. Cit., nº 181. Cfr. ROSMINI, A. Antropologia in servizio della scienza morale. Milano, Fratelli
Bocca, 1954, nº 767 y siguientes.
[18] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. VI, nº 306.
[19]
Cfr. DE LUCIA, P. Essere e soggetto.
Rosmini e la fondazione dell´antropologia ontologica. Pavia, Bononi, 1999. EILAN, N. Consciousness and the Self en BERMÚDEZ, J. Et al. (Ed.) The Body and the Self. Cambridge, MA, MIT
Press, 1995, pp. 337-357.
[20] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 641.
[21]
ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 642; Vol. I, nº 272-275. Cfr.
MURATORE, U. Rosmini frente al nihilismo
europeo en Rivista Rosminiana, 1999,
Fasc. III-IV, p. 395-407.
[22] ROSMINI, A. Logica. Roma, Città Nuova, 1995, nº 51.
[23] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. VI, nº 306.
[24]
ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II,
nº 655. Cfr. DE LUCIA, P. Essere e
soggetto. Rosmini e la fondazione dell´antropologia ontologica. Pavia,
Bononi, 1999.
[25] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 644.
[26] ROSMINI, A. Psicologia. Milano, Fratelli Bocca, 1941, Vol. II, p. 60, n. 876.
[27] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 609.
[28] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 670, 673. Cfr. CRESSON, A. Los sistemas filosóficos. Bs. As.,
Leviatan, 1990. SCAVINO, D. La filosofía
actual. Pensar sin certezas. Bs. As., Paidós, 1999.
[29] ROSMINI, A. Antropologia in servizio della scienza morale. Milano, Fratelli
Bocca, 1954, nº 816.
[30] ROSMINI, A. Antropologia in servizio della scienza morale. O. C., nº 822-823.
[31] ROSMINI, A. Psicologia. Milano, Fratelli Bocca, 1941. Vol. I, nº 691.
[32]
Cfr. OTTONELLO, P. P. Rosmini, l´ideale e
il reale. Venezia, Marsilio, 1998. RUIZ, R. A. – AYALA, F. El método de la ciencia. Epistemología y
darwinismo. México, F. C. E., 1998. CRUZ, M. Hacerse cargo. Sobre la responsabilidad e identidad personal. Bs. As., Paidós, 1999. BADIOU, A. El ser y el acontecimiento. Bs. As., Manantial, 1999.
[33] AQUINAS, Th. De Veritate, q. 1, a. 3.
[34] ROSMINI, A. Sistema filosofico en Introduzione
alla filosofia. Roma, Città Nuova, 1979, p. 241, nº 47. ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 588, 696.
[35] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 623.
[36]
Cfr. ROSSI, R. Problema dell´essere e
filosofia dell´assoluto en INSTITUTO
TRENTINO DI CULTURA. Il pensiero di
Antonio Rosmini a due secoli dalla nascita”. Brescia, Editorial Morcelliana.
1999, Vol. I, p. 107-122.
[37]
Cfr. DAROS, W. Charles Darwin: agnóstico
y creyente. Enfoque epistemológico: el
creer y sus razones en INVENIO
(Rosario, Argentina), 2003, nº 10, pp. 7-43.
[38] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. VI, nº 47-48.
[39] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 609. Cfr. TUGENDHAT, E. Ser, verdad, acción. Barcelona, Gedisa,
1998.
[40] ROSMINI, A. Teosofia. O.
C., Vol. VI, nº 292.
[41] TRIGEAUD, J-M. Droits Premiers. Op. Cit., p. 198. Cfr. TRIGEAUD, J-M. L´Homme coupable. Op. Cit., Cap. XI.
[42] ROSMINI, A. Teosofia. O. C., Vol. II, nº 662.